Los empaques tienen un enorme poder sobre las decisiones de compra que tomamos. La ropa que usamos nos sirve para expresar nuestra personalidad, los empaques cumplen la misma función para los productos. Nos identificamos con un producto porque hace por nosotros lo que deseamos que haga: compramos una “promesa de marca” y en el empaque del producto se representa gran parte de esa promesa.
Cuando por cualquier motivo queremos cambiar la marca que utilizamos usualmente o no la podemos encontrar en el lugar de compra, ¿cómo seleccionamos una nueva marca? Lo que generalmente hacemos es escoger un empaque que nos cautive o llame nuestra atención. La gran mayoría de veces no tenemos la oportunidad de probar el producto que vamos a comprar, por esto el empaque es el encargado de vender el producto: debe convencernos de tomar la decisión de compra.
De ahí la importancia de su diseño, de lograr un empaque original que comunique la identidad de marca y los beneficios del producto, que llame la atención, que nos haga pensar, sonreír, hablar y finalmente… comprar. Por esto hay que dejar de pensar en el empaque sólo como un medio para contener, proteger y transportar un producto, el empaque funciona como una herramienta de mercadeo que influye decisivamente en la decisión de compra.
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